Hay unos árboles frente a mi. ¿Qué son en esencia, además de la cristalización de mi entendimiento? Los identifico por su nombre, función y distancia; pero esas son relaciones que el ser humano inventó para desenvolverse por el mundo. Conozco un mundo ahogado en implicaciones y mentiras convencionalizadas, por eso cuando veo estos árboles me pregunto ¿Qué veo? ¿Únicamente puedo reconocer lo que he aprendido que es un árbol o puedo experimentar al árbol en si?
Luego me doy cuenta que mi acercamiento al árbol tiene que ver con lo que necesito de éste y nada más; ya sea por interés físico o intelectual.Los sistemas con los que codificamos la realidad surgen de la discriminación de lo que nos importa y lo que no. Esto me lleva a imaginar los torrentes inconcebiles de información invisible que me rodean, imperceptibles para mí, por que no me vienen al caso.
Hay una realidad desbordada y caótica que interpreto en pequeñas muestras a través del lenguaje, por ejemplo. Caos del que soy parte inconsciente, por un lado; y por el otro, desorden del que me separo como sujeto, por mi individualidad. Entonces, hay un universo salvaje y natural, inaprensible en sí mismo, que solo se doma a través de traducciones; y que solo puede tener sentido al segmentarlo y organizarlo, a mi forma.
Es aquí en dónde la tecnología y el arte se juntan, en la necesidad de darle sentido a la vida, de "domarla" y "superarla" intentando comprender una pizca de todo-lo-que-sucede-sin-darnos-cuenta y activar las posibilidades pasivas de ello al hacernos presentes y crear nuevos mundos. Mundos que vayan en contra de la realidad, con reglas y principios distintos para así enriquecerla y aumentarla. El arte y la tecnología a través del ser humano (básicamente): crean, preservann y destruyen mundos falsos (para la naturaleza).
Lo que intento decir es que natural, instintiva y culturalmente, el hombre y la mujer tienen la necesidad de exagerar la realidad. Dependiendo del tiempo y espacio en que ocurre esta evolución, toma formas diversas; pero la tendencia permanente de transformación interior y exterior se mantiene, porque a los humanos no nos gusta la realidad.
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